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  • Foto del escritorNadia Peña

Carta 3-Rojo.

Los hilos que nos unen…

Este nombre lo copié de un podcast que se llama El hilo que nos une. (Gracias Pedro Villanueva)

Las relaciones, de todo tipo, han sido un reto en mi vida desde mis 13 años más o menos, antes de eso yo era otra cosa. Y según mi observación, tiene que ver con una creencia de que es mejor para mí estar sola, hacer todo sola, porque los demás no me entienden, esperan cosas de mí que no siempre quiero cumplir, entonces los decepciono, no lleno sus expectativas, no soy lo suficientemente buena, además de que cuando la relación con uno mismo, o con nuestros padres no están siendo miradas amorosamente, todas las otras relaciones pagan la cuaba. Para mis las relaciones suelen estar vedadas por un conjunto de reglas indecibles, por unas expectativas egoístas, por una confusión entre apego, necesidad y amor.

En el 2019, estudiado un material, descubrí una información que amplió mi mirada con relación a mi forma de relacionarme, recuerdo que cuando terminé de leer el capítulo, me dije, con cierto alivio, pero yo no estoy tan mal como pensaba :D. El capítulo hablaba de forma especial sobre la amistad. Parafraseo: La amistad auténtica se goza en compartir desde la autenticidad radical de las personas, no exige, no reclama, no genera deudas, no tiene expectativas, mi amigo/a no tiene que ser nada para mí, ni yo para él/ella, ambos somos quienes somos, lo que nos damos, lo hacemos porque queremos, no como una obligación, no como un intercambio. Lo que le puso la tapa al pomo fue la parte donde hablaba, que todo eso que esperamos de algún amigo, pareja, otro, las exigencias, el deseo de encontrar a alguien que nos entienda, que nos acepte, etc., no es más que el reflejo de lo que de niños esperábamos de nuestros padres, una vaina bien. (Para pasar de nivel de consciencia 1 al 2, hay que trabajar esas relaciones primarias a fondo).

Mi resumen reflexivo de lo que leí: El que ama, ama y ya, y ese amor nutre a nuestro ser autentico, en libertad. Todo lo demás son otras cosas disfrazadas de amor. Aprender a amar desde la libertad de ser, es un compromiso, renunciar a la necesidad de hacer las cosas eternas, de que sean para siempre, de necesitar y ser necesitados, de identificarnos con las personas.

Me llegó el recuerdo de un amigo que un día me dijo, como quien ha descubierto la fórmula del agua tibia: Ohhhhh, ya entiendo, tú eres como la mariposa, si te agarran te lastimas, y no te quedas mucho tiempo en ninguna parte, a ti hay que amarte libre. Yo lo miré, y solo dije: ok. Años más adelante, lo reconocí, me sirvió para comprender un poco mi naturaleza, abracé el hecho de que yo no soy de las personas de para siempre, inclusive, por mucho tiempo pensé que iba a morir joven, una vaina loca. Eso también me ayudó a comprender porque mis relaciones eran intensas, cuando yo estoy en algo, estoy sin reservas, como si hoy fuera para siempre, y del mismo modo, cuando me voy, me voy. Hice las paces con eso.

A las personas que han pasado por mi vida y yo por la de ellos, y que, por diversas razones, ya no compartimos, más que el planeta (en todos los cuentos que me hacía, la mala era yo, siempre me hacía culpable, solía ser mi mecanismo de evasión, pero hoy entiendo que no hay ni malos ni buenos en ninguna relación). Lo que me has dado, me lo diste porque quisiste, lo que te he dado, te lo di porque quise. No hay deudas, no era un intercambio, y si lo era, pues te fuñiste, solo puedo pedirte perdón, y perdonarme. Lo que creamos juntos fue una expresión de quienes éramos en ese momento, cada uno sirvió al otro de espejo, nadie le hizo nada a nadie, si te decepcioné o me decepcioné, no lo siento, confío en que en este momento sepas que tus expectativas no tenían que ver conmigo, ni las mías contigo, todo fue el resultado de lo que cada uno requería ver de sí mismo, ya sea para celebrarlo o para sanarlo. Nuestras luces y sombras bailaron juntas, se acompañaron, se nutrieron, sanaron, y ese tiempo fue bueno.

Y bueno no tiene que ver con la cantidad, así hayamos compartido 1 día, una semana, unos meses, unos años, así tengamos encuentros intermitentes por un largo periodo de tiempo, lo que compartimos fue y es bueno. Gracias por haber estado a tiempo, por cumplir el acuerdo almático de encontrarnos en el camino, por quedarte el tiempo que te quedaste, y por irte cuando te fuiste. Donde sea que esté, a través del hilo que nos une, te envío amor, y una botella de champán.

A los que están ahora, gracias por ser y estar ahora.

A todos, los hilos que nos unen podemos usarlos para estar amarrados, para ahorcarnos, para anclarnos, para lastimarnos, castigarnos o, todo lo contrario, amarnos, agradecernos, reconocernos, servirnos, acompañarnos, sostenernos, todo depende de lo que escojamos, porque de que los hilos nos unen, nos unen, sin importar tiempo o distancia, nada nos salva.

A los/las que estuvieron, a los/las que están, a los/las que vendrán, otra vez, GRACIAS.

Los amo.

Te amo.

Nadia._

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