Estaba de viaje, conociendo una ciudad nueva para mí, Brujas, así se llama. Me antojé de un café, le pregunté a un señora que caminaba cerca de mí, que donde podía encontrar uno, ella me contestó, a 3 kms, después de pasar el pozo, ¿el pozo? Le pregunté, sí, el pozo de los deseos, ¿no lo conoces? no, le respondí, tienes que ir, si quieres te acompaño, yo también voy al café. Dije que sí como si fuera una orden divina.
Y así mi nueva amiga, que probablemente no era tan nueva, me guió hasta el pozo. Mientras caminábamos, me preguntó de donde era, le dije de República Dominicana, ohhh hermoso país, estuve allá con mi esposo hace unos años, me respondió, ¿ah sí? ¿qué lugares conoció? Me dio una lista que me hizo entender que no era una turista que solo conoce Punta Cana, la doña hasta bailó con Bonye en la zona colonial, comió mariscos donde el menor en Enriquillo, Barahona y chicharrones en la Cayetano. Escucharla fue música para mis oídos.
¿Qué haces aquí? Me preguntó, tachando un sueño de mi lista, le dije. ¿Cómo tachando un sueño? Eso no tiene ningún sentido, será viviéndolo, disfrutándolo. Me reí, y le dije sí, eso mismo. Conocer esta ciudad es algo que quería hacer hace mucho tiempo.
¿Y viajas sola? Sí. ¿Por elección consciente o por qué? Por elección consciente. Comprendo, hay viajes que hay que hacer con uno mismo. Yo hice muchos así, y los disfruté tanto como los que hice con mi esposo, con mis hijos, con mis amigos. La señora me hacía pensar en la Nadia de 60 años y se sentía bien reconocerme.
Llegamos, aquí es, al llegar noté que no era solo el pozo de los deseos, era el pozo de los deseos vividos. La señora hizo silencio mientras yo caminaba observando todo, luego me dijo: creo que la mística de este lugar es que lo visitan personas que viven sus sueños, no personas que quieren que les cumplan sus sueños. La primera vez que vine, tenía un deseo profundo de escribir, no entendía porque no lo hacía, era como si tuviera miedo de lo que iba a dejar salir, pero al pararme aquí y lanzar mi moneda, algo en mi tomó poder, y del deseo pasé a la acción. Sentada justo ahí donde estás, comencé a escribir, no paré por unos meses, fue liberador, sanador, no publiqué nada de eso, al parecer era solo para mí, pero lo que empezó a pasar en mi vida me sorprendió, muchas cosas que creía muy lejanas empezaron a suceder como por arte de magia, con una facilidad sospechosa para mi racionalidad, algo bueno había pasado en mí con la escritura de esos meses, mis proyectos crecieron y se convirtieron en medios de servicio y fuentes de ingresos permanentes y abundantes, empecé a viajar, a conocer el mundo como quería, y aquí estoy, no he parado, no estoy cansada, todo lo contrario, estoy más viva que nunca, diría que estoy lista para morirme, que si es el momento, la muerte me encontraría viva, agradecida, plena, divina. Después de unos años volví aquí y lancé otra moneda, pero esta era de gratitud por todas las personas que habían estado aquí antes de mí, por todos esos deseos vividos que le dieron fuerza al mío. En mi caso, escribir fue la forma de regresar a mí, de servirme para poder ir a los demás y ponerme al servicio de la vida, escribir era el deseo señuelo.
Se quedó en silencio, yo también, me pregunté cuál era mi deseo más profundo, solo deseaba una cosa, y era una de esas cosas que son raras de desear, deseaba estar presente, presente, presente. Así que saqué una moneda de mi cartera, tomé aire hasta llenar mis pulmones, cerré mis ojos, sonreí, dejé que la brisa tocara mi rostro, y me dije, no me falta nada, todo está completo aquí y ahora, este es un instante santo, ahora está presente todo el bien, toda la belleza, toda la magia, así que me rindo al presente. Así lancé mi moneda al pozo. Me descalsé, miré al cielo, toqué mi pecho, me vi, me sentí, me volví una con el momento, ya no era yo en el pozo, éramos un instante, éramos la vida expresándose.
La señora, como una compañera respetuosa, me miraba y sonreía, como quien ve algo que sabía que en algún momento iba a pasar. Unas gotas de lluvia vinieron, me mojaron el rostro y mi pelo corto, la señora dijo en voz suave ¿podemos ir por el café? No dije nada, solo me puse mis zapatos y caminé. La lluvia fue bajando hasta parar, llegamos al café, nos sentamos afuera, al frente había un parque con una fuente, por la reciente lluvia estaba vacío, solo se veía y escuchaba el agua de la fuente, ir y volver, ir y volver, correr, porque realmente no se notaba cuando se iba, cuando volvía, parecía que solo estaba ahí, siendo el agua de la fuente. Pedimos 2 cafés distintos, duramos cerca de una hora hablando de nuestras familias, nos mostramos fotos, compartimos experiencias de viajes hechos y por hacer, cerramos nuestra cita "no planeada" con una invitación fechada para que ella y su esposo volvieran a República Dominicana a pasarse unos días en la casa Maitri. Su esposo llegó a buscarla, nos saludamos de abrazos, como unos amigos que se conocen de años, nos despedimos.
Ellos, Bárbara y Juan, se fueron, los vi alejarse hasta doblar en una esquina, yo me quedé unas 3 horas más en el café, en silencio, escribiendo, contemplando la fuente, estando ahí, solo estando ahí. Cuando cayó la noche, el parque ya estaba lleno de personas, entre ellas, músicos haciendo vivir sus instrumentos, o al revés. Una de las cosas que amo de la vida, es la música, así que del café caminé hasta sentarme cerca de la fuente, desde mi asiento in front of, en el suelo, con la espalda recostada de un pequeño muro, me disfruté el concierto y probé algunas cervezas.
PD.: Luego me enteré de que el lugar donde estaba el pozo, siglos atrás, era usado para hacer fiestas de primicias.
Abrazos,
Nadia P.

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