Tanto se habla de merecimiento en estos días y me parece muy bonito cuando alguien le dice a otro alguien, cosas como: Mereces estar con alguien que te ame. Mereces lo mejor. Una vez a mí me lo dijeron, y en aquel momento me hizo tanto sentido. Si, yo necesitaba que alguien me dijera, de alguna forma, que era buena. Por mucho tiempo merecer se trató de lo que recibía de otros, de si era buena o era mala, de si me había portado bien o no. Era más como la definición del diccionario.
Hoy, merecer para mí que tiene todo que ver con humildad, gratitud y responsabilidad.
-Humildad para reconocer que la ilusión de méritos o de hacer algo para ganarme la vida, o algo de la vida, es un invento del ego. Nadie me debe nada, yo no le debo nada a nadie, y menos a Dios, ni viceversa. El amor no genera deuda. El merecimiento no tiene nada que ver con portarme bien o portarme mal, porque estos juicios pueden llegar a ser demasiado ambiguos, por eso no se deja en manos de otros. Y esto, aunque pueda parecer contradictorio, requiere humildad.
-Gratitud para mantener los ojos abiertos y ver constantemente que la vida ES, y ante lo que es mi mejor opción es agradecer. Gratitud para dejar de merecer, liberarme del sutil reclamo que conlleva merecer y vivir presente.
- Responsabilidad para darme y tomarme.
El merecimiento sin humildad, gratitud y responsabilidad es solo un reclamo culposo.
Si voy a decirte que mereces algo, te diría:
Mereces elegirte.
Mereces amarte.
Mereces decirte que sí para toda la vida.
Mereces expresarte en liberticidad.
Mereces recordar qué eres, para que dejes de afanarte tanto en quién eres.
Mereces estar presente en tu propia vida.
Mereces experimentar gratitud en el tuétano.
Mereces tomar riesgos.
Mereces gozar.
Mereces regalarte silencio.
Mereces regalarte música.
Mereces comunicar tu verdad más verdadera.
Mereces perdonarte.
Mereces despertar.
Mereces transformarte.
Mereces iluminar.
Mereces confiar.
Mereces respetarte.
Mereces amar-te en todo y en todos/as.
Mereces darte el permiso de sentir lo que sientes y pensar lo que piensas.
Mereces caminar tu camino, el que marca el latido de tu corazón.
Mereces abrazarte.
Mereces asombrarte de tu propia belleza.
Mereces servir desde tus dones.
Mereces vivir tus sueños, entregar tu regalo.
Mereces ser un instante sagrado, fundirte con el presente.
Mereces ser la vida, expansiva desde un cuerpo y desde un todo infinito, innombrable.
Mereces suspirar, sonreír, llorar de alegría, quedarte sin palabras, explotarte y esparcirte como lluvia de amor.
Mereces elegir felicidad.
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