Algunos preguntaban.
Flotaba, en el inodoro del baño compartido de un hotel de ciudad. Nadie se hizo responsable de él. Talvez por su terrible olor, talvez por su longitud, talvez por su color, o talvez porque a veces así actúan las personas frente a sus propias creaciones.
Solo estaba ahí, relajado, flotando, como si fuera su única forma de expresar lo que era. No podía decir quien lo había dejado ahí, pues nunca vio el rostro de esa persona, que ahora actuaba como si en ninguna vida lo hubiera visto. Aunque se sintió despreciado, no guardó resentimiento, solo flotaba. Pero, aunque él solo flotaba, todo un alboroto se creó a su alrededor.
Hasta que llegó alguien que con cara de maldición, diciendo insultos sobre aquella persona sin nombre y sin rostro, que había abandonado su obra de forma tan insensible, levantó un cubo de agua limpia, y con sumo cuidado la echó sobre él. Así pasó a mejor vida, como dicen cuando alguien o algo muere. Aunque el agua caía con poca fuerza, él se fue rápido, en tres abrir y cerrar de ojos. Con él se fueron su olor, y todos los curiosos que fueron a conocerlo.
El inodoro volvió a tener agua limpia, la persona del cubo bajó la tapa, cerró la puerta y colgó un letrero que decía: fuera de servicio.
Esa noche, quien había sido irresponsable frente a su obra, en la tranquilidad de su hogar se preguntó: ¿Por qué actué de esa manera? Sentía una vergüenza doble, sentía vergüenza de no haber hecho nada para resolver la situación antes del maloliente alboroto, y vergüenza de haber actuado con indiferencia frente al alboroto. Bien sabemos que hay pocas cosas más limitantes que la vergüenza. Se encontró frente a esta emoción y la guardó, postergando la verdadera conversación. Pero para algo le sirvió la experiencia, primero para hacer un compromiso de honestidad y responsabilidad en lo adelante, especialmente frente a aquellas cosas que ponen en evidencia a su ego, segundo, para reconocer a esos amigos que aman al punto de ser capaces de confrontarte cuando se dan cuenta de que has actuado en contra de tu grandeza, de que has puesto en juego tus valores.
PD: La persona que había sido incapaz de hacerse responsable de su obra, se dio cuenta de que alguien más conocía de su creación, y le pareció muy curioso que esta segunda persona no le dijera nada, no le confrontara, porque aparentemente era una amiga. ¿Por qué razón no confrontarías a un amigo al ver que está actuando con deshonestidad e irresponsabilidad? Y no me refiero a delatar frente a todos, sino a confrontar en privado, para apoyar a tu “amigo” a darse cuenta de que hay una manera responsable de manejar la situación, por más incómodo que sea.
Ojalá te hayas reído, ojalá te preguntes si estás siendo “todo” lo responsable que puedes ser frente a esas realidades que expresas y no te gustan, que a veces bajo la ilusión de que otros son los que deben tomar responsabilidad, juzgas, o gobernada/o por una emoción dolorosa, quieres evitar, negar, ocultar. Ojalá y estes abierto/a a mirar tus emociones y tener las verdaderas conversaciones al respecto. Ojalá seas el/la amigo/a que confronta amorosamente a sus amigos, que no seas cómplice de la mediocridad, sino del crecimiento. Y ojalá siempre puedas usar un inodoro limpio, con agua, papel y privacidad.
¡Un abrazo!
Nadia P.
Al final toda experiencia puede traer enseñanza siempre y cuando la mirada sea desde el amo. Si la amiga no menciono la falta es porque sabe que el actuante es capaz de ver su deslealtad a si mismo.