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Si había algo "mal", eramos todos.

nadiapesp

No, yo no era el problema, dijo la niña, y fue un alivio darse cuenta, una especie de epifanía, un respiro del alma. Tantos años de autocastigo, condenación, negación de amor, de soledad, de culpa, tantos años, solo por creer que ella era un problema, que había algo mal en ella, que había fallado en la tarea de ser digna de amor.


Obviamente, esta idea no apareció un día en su mente como si nada, fue la construcción que hizo a partir de interpretar algunas acciones repetidas que observó, y sintió de los adultos que la amaban, que la amaban como mejor podían, con sus propias necesidades insatisfechas, con sus propias heridas sin atender, con sus propios niños asustados, sin un adulto que los amara tal y como eran; ellos amaban como mejor podían hacerlo.


Y no se si como capricho, a estas alturas no la juzgo, la miro con amor. La niña, con lagrimas secas, en un tono de voz calmado, me dijo: Solo quiero escuchar de sus bocas, con sus voces, con auténtico reconocimiento, no como pidiendo perdón, no, no necesito que me pidan perdón, me basta con un auténtico reconocimiento, que me digan: Tú no eras el problema, si había un problema, eramos todos. Eras solo una niña, una adolescente, parte de una familia llena de secretos, de silencios, hija de un niño abandonado y una niña maltratada. Los dos ausentes de formas diferentes, cada uno resolviendo sus propios conflictos internos, haciendo lo mejor que podían. Con escucharlos, me basta, sería un poco de justicia para mí. Hizo silencio unos segundos, y lo interrumpió al secarse una lagrima que bajo de su ojo derecho, diciendo: solo quería saber que era amada, tal y como era, aunque a veces cometiera errores.


Por primera vez, sin que fuera un intento, sin que mi ego interviniera (me observaba con un respetuoso silencio), la tomé entre mis brazos, se volvió pequeña en mi regazo, sentí su dolor, su sufrimiento, dejé que sus lagrimas me mojaran el pecho y que su silencio me contara lo que las palabras no pueden, estuve ahí, solo estuve ahí, con la vida abierta, con un espacio reservado para ella. Después de unas horas, las lagrimas cesaron, las mías, y desde mi cielo, en humildad, sin intención de sustituir a nadie, salió un te amo, tal y como eres, nunca has sido ni serás un problema, eres una bendicion, eres perfecta para mí.


Ella no dijo nada, me miró a los ojos unos minutos, como dicidiendo si me creía o no, respiró profundo, me dio la espalda y se puso a bailar.


Algo en mí fue diferente, mis pulmones se llenaron, respiré, sonreí, y también me puse a bailar.



PD.: Dar la espalda es un movimiento de confianza. Damos la espalda cuando nos sentimos sostenidos, apoyados para avanzar.




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