La herida quería sanar, si, como si ella tuviera vida propia. Gritaba para que pudieran verla. Hizo de todo, se disfrazó de dificultad, de escases, de traición, de critica, de enojo, de enfermedad, de soledad, de decepción, de frustración, se esforzó en ser vista, pero todo parecía en vano, la persona en la que vivía no podía mirarla, era como si estuviese ciega, se afanaba en encontrar fuera, en los otros, en las situaciones, la explicación de lo que le pasaba, la necesidad de encontrar culpables no le permitía verla, y mas aun, el apego al drama que generaban los disfraces que usaba la herida, la nublaban aun mas, porque la persona había llegado a identificarse con ellos, había empezado a olvidar su identidad.
Era consciente de que ella representaba algo muy importante para esta persona, incluso, en ella había información de sus ancestros, mensajes que servían para reconocer y ordenar partes del rompecabezas, y que le darían a esta persona la posibilidad de liberarse y elegir la vida que genuinamente quería vivir, no lo que estaba viviendo hasta ahora, una de lealtades y amor ciegos, que no podía identificar porque estaba distraída intentando encajar en un mundo exterior en el que algunos de los disfraces de su herida son vistos como lo ¨normal¨. (Encajar no es pertenecer).
Justo cuando la herida estaba lista para pasar a un fase más profunda y convertirse en una barrera poderosa, resistente que aprisiona sueños, felicidad, en culpable y a cerrar todo acceso de su portador/a a su propia inocencia (el estado mental en el que ocurren los milagros, la magia), justo antes de esto, sintió que una mirada había trascendido su último disfraz, su ultimo gran esfuerzo, se sintió vista, sintió algo de esperanza, una cálida luz ahora hacía que que pudieran verla, y esa luz dejo entrar un poco de amor. Solo con ser vista se hizo presente un poco de amor, o fue el poco de amor lo que hizo que la vieran, realmente no se.
Un poco de amor se quedó por unos días, en silencio, casi imperceptible, pero estaba ahí, la herida podía verlo y él a ella, solo se miraban. Ella comprendió que no necesitaba más disfraces, aquella mirada y aquel silencio la habían liberado. La persona en la que vivía la herida no comprendía lo que pasaba, no podía explicarlo, sentía dolor de una herida sin disfraz, y aunque aun no podía mirarla completamente, el poco de amor hacía que todo fuera diferente, la había hecho permanecer frente a su herida, sin juicios, sin reclamos, sin justificaciones, sin culpables, sin afán por entender, por primera vez en su vida.
Así transcurrieron muchos días, un poco de amor y una herida sin disfraz. Una herida que sabia que pronto seria una cicatriz, parte de una hermosa obra de arte. Lo sabia porque ante la presencia de aquel poco de amor, era lo que podía pasar. Recordó sus disfraces, el tiempo que había sido invisible y sintió nostalgia, porque a pesar de lo que se pueda pensar, su misión nunca fue lastimar a su persona, sino recordarle donde estaba parte de su tesoro, sentía la nostalgia del deber cumplido que implica una despedida, sabía que pronto tendría una nueva forma de vida, sin disfraces, y era extraño, porque podía ver a su persona experimentando la incertidumbre del cambio, de la creación de una nueva manera de estar presente en la vida, ella sabía que su transformación era también la transformación de su persona. Las despedidas voluntarias siempre traen una mezcla de alegría y tristeza que termina convirtiéndose en una expresión de gratitud, de esa que mueve hacía más y mejor.
Un poco de amor siguió presente, sin exageraciones, sin afán. Un día la herida empezó a hablar con él, le contó sobre su vida, sobre su razón de ser, un poco de amor la abrazó, la contuvo por un instante, y ahí estaba la herida, abrazada, sintiéndose reconocida, amada, respetada, honrada, así estuvo lista para ser algo más, fue cuando comenzó a cicatrizar, a tomar su lugar. Estaba sorprendida, aquel poco de amor que llegó de forma inesperada y se quedó por unos meses sin presionar, sin hablar, solo estando ahí, ahora podía tomarlo y transformarse en esa señal del mapa interior de su persona, que la conectaba con regalos intangibles.
La herida pudo acompañar a su persona en todo el proceso, fue duro, algunos días dudaba, parecía que el poco de amor se había ido de la misma forma que había llegado, pero ahí estaba. Sin entenderlo todo, solo permitiéndose estar presente para ver como su herida y un poco de amor se convertían en el abono para su propia transformación. Pasó de la negación, la evasión, el olvido, la justificación, el reclamo, el resentimiento, a poder mirar aquella herida, reconocerla, aceptarla, asentirla, sentirla, expresarla, a hacerse cargo amorosamente de lo que esta le generaba, para así poder sacar el tesoro, tomar sus regalos, cuando empezó a agradecer y a celebrar, la herida sabía que ya no había vuelta atrás, que un nuevo capitulo comenzaría para ella en la vida de su persona. Entonces agradeció al poco de amor, porque fue el quien pudo hacerla visible, fue quien con su sutil presencia, hizo que toda la transformación fuera una verdad. El poco de amor también dijo gracias.
En gratitud sucedió, la herida era ahora una hermosa cicatriz, ocupaba un lugar de amor y de honra en la vida de su persona, ante esto, el poco de amor también ocupo un mejor lugar, ahora podía ver y ser visto por otras cosas que habitaban en esta persona, algunos sueños dormidos empezaron a despertar, algunos talentos oxidados empezaron a soltar el oxido, el jardín interior comenzó a tener brotes, luego flores. El poco de amor comenzó a traer invitados, como la confianza, la paz, juntos, el poco de amor, sus invitados y la nueva cicatriz comenzaron a servir a la persona en el expresión de una nueva manera de vivir, una apoyada de liberticidad, de gozo, de consciencia y presencia, se encontraron con otras heridas, pero ahora era diferente, tienen un como, sabían que un poco de amor era la clave, era la medicina, así la persona no necesitó de largos y dolorosos procesos para sanar estas heridas que se mostraban.
Un poco de amor no fue suficiente, fue todo lo que hacía falta, solo un poco de amor, por un buen tiempo, hizo toda la diferencia. La palabra suficiente se queda corta ante la grandeza de un poco de amor.
Foto de pinterest.
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